Mi madre quería pasar sus últimos años viajando, pero lo dejó demasiado tarde – Yo no haré lo mismo

El viaje, que incluyó una estadía de dos noches en la bulliciosa capital de Perú, Lima, un crucero de cinco días por el glorioso río Amazonas, dos noches en Urubamba (la ciudad más grande del Valle Sagrado de Perú), una empinada subida a Machu Picchu para ver el ciudadela conocida como «la ciudad perdida de los Incas» (construida alrededor de 1450 d.C. y abandonada por razones desconocidas unos 120 años después) y 48 horas en Cuzco: fue emocionante, impresionante (literalmente, en las grandes altitudes de Machu Picchu y Cuzco) e inolvidable.

Hablaba mentalmente con mi madre todos los días, especialmente cuando veía o experimentaba algo que sabía que ella disfrutaría: avistamientos de cocodrilos, delfines rosados, monos, serpientes y águilas; paseos por el río Amazonas a través de la selva en pequeñas embarcaciones; impresionantes atardeceres y amaneceres; los colores brillantes de flores que no sabía que existían; y pase una mañana con los amigables habitantes de un pequeño pueblo amazónico.

Hicimos ocho vuelos, dos viajes en tren y varios viajes largos en coche en un período de 12 días, por lo que el viaje fue arduo, pero sé que eso no habría desanimado a mi madre. Antes de enfermarse, tenía una energía ilimitada y habría visto el viaje como parte de la experiencia.

Ahora está viajando, por supuesto, pero no de la manera que esperaba. En su ausencia física, ahora siento que viajo por ella, en su nombre, de la manera que ella desea que lo haga, siempre que puedo.

La historia del chamán de 108 años, contada a mi hija y a mí por un guía llamado Alex, nieto de otro chamán amazónico, camino al crucero por Iquitos, es una historia que quedará en mi mente para siempre.