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El cambio climático y las plagas amenazan a las icónicas palmeras de la Ciudad de México

Las palmeras datileras de las Islas Canarias, endémicas del archipiélago español frente a la costa noroeste de África, a veces pueden vivir más de 200 años.

Pero quienes dan sombra y un toque de verde en la Ciudad de México sufren de un color amarillento letal, que según los expertos es causado por el picudo rojo de las palmeras, un tipo de escarabajo.

La plaga es originaria de Asia tropical, pero se ha extendido por todo el mundo, causando daños irreversibles a las palmeras en muchos países.

El cambio climático está haciendo que los árboles sean más vulnerables a estos insectos, según Reyna Rojas, experta en enfermedades de las plantas.

«El aumento de las temperaturas provoca mucho más estrés para la planta», explica a la AFP.

“Como resultado, atraen a los insectos”, añadió.

Los cirujanos forestales han estado talando palmeras marchitas en el céntrico barrio de Narvarte, destruyendo parte de la historia de la Ciudad de México.

“Le está quitando la esencia al barrio”, dijo Iván Felipe, un residente de 55 años.

“Narvarte ya no será Narvarte sin las palmeras”, añadió.

Irma Gutiérrez, de 68 años, lamentó la pérdida de los árboles que conocía desde la infancia.

“Desde que estoy aquí, las palmeras han estado allí”, dijo.

Al anunciar la eliminación de 155 palmeras en julio, el gobierno de la Ciudad de México dijo que la especie «ha demostrado ser susceptible a los cambios climáticos que ocurren actualmente en todo el mundo».

En ese momento, las temperaturas en la ciudad superaban los 30 grados centígrados (86 grados Fahrenheit), más de lo normal en la capital mexicana.

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Aunque está ubicada en el trópico, la ciudad tiene veranos relativamente suaves debido a su elevación de 2240 metros (7350 pies) sobre el nivel del mar.

Una de las palmeras más emblemáticas de la capital, ubicada en una rotonda de su principal avenida Paseo de la Reforma, fue retirada en abril de 2022 tras ser atacada por hongos.

En su lugar se plantó un ciprés nativo, pero se marchitó y se marchitó unas semanas después y hubo que quitarlo.

Angélica Bracamonte

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