Mucha atención se ha centrado en el impacto económico transfronterizo de la pandemia de COVID-19, y de manera apropiada. Las interrupciones en las cadenas de suministro y la pérdida de acceso a bienes y servicios han tenido un impacto regional y nacional significativo.
Sin embargo, se debe dedicar la misma atención a abordar las implicaciones para la salud transfronterizas, incluso con respecto a la aprobación y distribución de vacunas. No poder establecer nuevas políticas y planes basados en las lecciones de COVID-19 sería trágico.
El virus SARS-CoV-2 no se ha detenido a través de las fronteras, a pesar de los esfuerzos globales para restringir los viajes.
También es probable que la próxima pandemia, independientemente de la forma del patógeno, escape a los controles fronterizos. Si aceptamos la premisa de que Estados Unidos no puede recuperarse por completo mientras sus vecinos inmediatos continúan luchando, debemos preguntarnos cómo podemos garantizar que las políticas de salud de Estados Unidos respondan mejor a las necesidades de una comunidad transfronteriza profundamente integrada.
Las políticas de vacunas de la administración Biden han tenido un impacto mixto en la región fronteriza. En el lado positivo, cuando Estados Unidos aseguró suficientes vacunas para hacer donaciones extranjeras, México y Canadá fueron los primeros en la fila. El gobierno mexicano también estaba al tanto del vínculo entre las tasas de vacunación y los viajes transfronterizos, y priorizó la distribución de vacunas donadas en la región fronteriza, así como en lugares turísticos.