Son tiempos de reflexión sobre la felicidad de diversas formas, desde sus inicios la economía ha abordado el tema de la riqueza, el bienestar y la felicidad. Adam Smith, en sus famosas obras La teoría de los sentimientos morales (1759) y La riqueza de las naciones (1776) sintetiza magistralmente la idea de que, para alcanzar la felicidad humanamente posible, es necesario generar riqueza.
Otros, como Pierre-Joseph Proudhon, Karl Marx y Gustav Schmoller, pensaban que la contribución real de la riqueza al logro de la felicidad estaba en la forma en que se producía y distribuía; mientras que Thronstein Veblen sugirió que la riqueza puede causar infelicidad debido al consumo aspiracional que despierta en la persona que intenta emular el consumo ostentoso de los más ricos. Desde 1970, cada vez más investigadores se han encargado de verificar empíricamente estas y otras teorías, dando lugar a lo que hoy se conoce como la economía de la felicidad. (economía de la felicidad)
La conclusión general es que el Producto Interno Bruto (PIB), la renta y el consumo, es decir, la riqueza, contribuyen a la felicidad de las personas; Pero cuidado, con rendimientos decrecientes. Esto significa que para los más desfavorecidos, un ligero aumento de su riqueza aumenta significativamente su felicidad, mientras que para los que tienen más, casi no influye en su nivel de felicidad.
Entre los factores que las personas toman en cuenta para evaluar su nivel de felicidad están: un régimen político de libertad y democracia, relaciones interpersonales como el matrimonio y la amistad (bienes relacionales), salud física y salud mental. Incluso en el Reino de Bután, se publica el Índice Nacional de Felicidad Bruta, que explora la vida de cada persona en nueve áreas: bienestar psicológico, salud, educación, uso del tiempo, diversidad cultural y resiliencia, buen gobierno, vitalidad comunitaria, diversidad ecológica y resiliencia, y niveles de vida.
Índices de este tipo complementan, desde otras dimensiones, la medición de la producción de bienes y servicios (PIB), para darnos una imagen de la sociedad en la que vivimos. La economía debe maximizar la producción, es decir, crear riqueza abundante. La política sirve al bienestar social y redistribuye esa riqueza, cierra brechas de desigualdad y asegura que los mecanismos de producción no afecten la dignidad de las personas ni dañen el ecosistema.
En definitiva, medir el PIB, el bienestar y la felicidad son formas de comparar políticas públicas y encontrar mejores prácticas que optimicen los beneficios colectivos. Dicho esto, les deseo una feliz Navidad con un gran bienestar.
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@ClauCorichi
